Miguel Hernández,
sigues siendo el Poeta,
tu que fuiste hombre enamorado,
cabrero y cautivo del que fuera
triste y cruel caudillo.
¡Ojala, Miguel fueras cecina
en mi bocadillo,
o alimento para mi niño yuntero,
su teta, la sangre de cebolla de tu hijo
culalquiera de ellas elijo.
Compañero del Alma en la casa vecina.
Miguel Hernández,
arengador de los valientes,
poeta cabrero y enamorado
de Josefina…y enfermo…
y eso me enferma,
me ennegrece y me merma.
Tú, que con solo oirte
los yermos helados vuelves calientes
y nos alimentas con rimados cuidados;
Miguel, amigo mío
permiteme ser río
y fluir contigo,
hacia el mar de la verdad,
desde tu fiera humildad
y que el mundo sea testigo…
de tu inmortalidad.©
Javier Mora©
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